Según el profesor Lukoševičius, los radicales libres son muy activos e incluso agresivos. Suelen atacar el ADN, el ácido nucleico que protege y transporta el programa genético de la célula. Como comparó vívidamente, el ADN es un complejo compacto en el que se codifica el registro de todos los datos del organismo. La molécula de ADN contiene información sobre la altura, el peso corporal, el color de los ojos, la presión arterial y las enfermedades o predisposiciones de una persona.
Ataca a varias células
Cuando los radicales libres atacan a las células del ADN, su código genético se ve alterado. Este daño impide a la célula realizar sus funciones y, en el peor de los casos, las células mutan y se transforman en células cancerosas. Es al ADN de las células dañado por los radicales libres al que los científicos vinculan ahora el desarrollo del cáncer.
Cuando los radicales libres atacan las grasas y los lípidos del organismo, los ácidos grasos insaturados y las proteínas, alteran y desestabilizan las funciones de barrera de las membranas. Se cree que esto contribuye al desarrollo de artritis, cataratas, isquemia y trastornos microcirculatorios en el tejido cerebral.
Según el bioquímico L. Lukoševičius, las células del cerebro son especialmente sensibles a los efectos de los radicales libres. Los radicales libres conducen a un proceso de oxidación que produce un exceso del pigmento de desgaste lipofuscina, que acelera el envejecimiento.
Para luchar contra los radicales libres, el organismo utiliza antioxidantes que pueden neutralizarlos y evitar el daño celular. Los antioxidantes sintetizados por el propio organismo se denominan enzimas. Los que se obtienen de los alimentos se denominan antioxidantes no enzimáticos. Estos últimos, antioxidantes naturales como las vitaminas C y E, los flavonoides y los carotenos, actúan como eliminadores de radicales libres y, al mismo tiempo, ayudan al organismo a crecer, a luchar contra las infecciones, a desintoxicarse y a proteger el cuerpo contra las enfermedades.
El agua, uno de los antioxidantes más potentes
Según el bioquímico L. Lukoševičius, el agua desempeña un papel importante en la vida humana. El agua es vital para todo organismo vivo. Al fin y al cabo, no en vano una persona puede sobrevivir unos 40 días sin comida, pero sólo 7-8 días sin agua. Según el profesor L. Lukoševičius, una persona no puede almacenar agua en su propio cuerpo, por lo que necesita obtener unos 30 ml de agua por kilo de peso cada día. Y no estamos hablando de todos los líquidos, sino de agua pura y limpia.
Para un químico, el cuerpo humano es un bioelectrolito que contiene casi toda la tabla de Mendeleev. El agua es una sustancia activa que interviene en muchas reacciones bioquímicas. Se disuelve y transporta activamente los nutrientes por el cuerpo. El agua limpia el cuerpo de toxinas internas y externas. Licúa la sangre, amortigua las articulaciones al entrar en el cartílago. Refuerza el sistema inmunitario, combate las infecciones y permite a los inmunocitos atacar las células cancerosas. Y eso es sólo una pequeña parte del trabajo que hace el agua en nuestro cuerpo.
"Ningún otro líquido puede sustituir al agua porque contienen aditivos deshidratantes. Ni la leche ni el zumo pueden sustituirla. El agua es portadora de hidrógeno, que es el principal biocombustible de las células", afirma el profesor L. Lukoševičius, Presidente del Consejo de Administración de la asociación AQUA EST VITA (en latín, "El agua es vida").
El agua reducida, o ionizada, es cada vez más citada por los científicos de todo el mundo como uno de los antioxidantes modernos más potentes.
Según L. Lukoševičius, se ha demostrado en estudios científicos y posteriormente clínicos que el agua ionizada es un antioxidante, estimula el sistema inmunitario y limpia el organismo. El agua alcalina (viva) preparada en máquinas ionizadoras especiales tiene un efecto inmunoestimulante y regenerador. El agua ácida (muerta) tiene un efecto desinfectante, matando bacterias, virus y hongos.
La vuelta al mundo - no es nueva
Científicos de diferentes países comenzaron a estudiar los efectos del agua ionizada en el cuerpo humano hace décadas. Japón es el líder indiscutible. Tras diez años de investigación, el Ministerio de Salud y Bienestar de la Población de Japón reconoció el ionizador de agua como un dispositivo médico para mejorar la salud ya en 1966. En 1970, se introdujeron los ionizadores de agua en Corea del Sur y, posteriormente, se aprobaron también como dispositivos médicos.
Los investigadores japoneses H. Hayashi, del Instituto del Agua, y M. Kawamura, de la Clínica Médica Kyowa, llevaron a cabo investigaciones entre 1985 y 2000 e informaron sobre los múltiples efectos beneficiosos del agua alcalina en una amplia gama de afecciones.
Posteriormente, el interés por el agua ionizada creció en otros países. Científicos de Alemania, Estados Unidos, Corea, China y otros países han reconocido los efectos beneficiosos del agua ionizada.
¿Contribuyendo a la longevidad japonesa?
Dado que el agua interviene en todos los procesos vitales del organismo, su efecto antioxidante se maximiza al neutralizar los efectos destructivos de los radicales libres. Esta es una característica muy importante del uso del agua ionizada para la prevención de enfermedades.
En 1997, S. Shirahata, biólogo de la mundialmente conocida Universidad de Kyushu (Japón), y sus colegas escribieron uno de los primeros artículos científicos sobre las propiedades antioxidantes del agua ionizada. También fue de gran interés la publicación por parte de científicos japoneses y alemanes de datos de investigación sobre los efectos del agua alcalina ionizada en la estimulación del sistema inmunológico del cuerpo, inhibiendo el desarrollo de tumores malignos y la propagación de metástasis. Los trabajos de investigación de científicos coreanos y alemanes han proporcionado material detallado sobre los efectos antidiabéticos del agua alcalina ionizada.
Según Lukoševičius, el agua ionizada se utiliza como antioxidante en Japón desde hace unos 50 años. Incluso hay clínicas especializadas en el país en las que los pacientes son tratados únicamente con agua ionizada.
Según el profesor Lukoševičius, el agua ionizada no sólo actúa como antioxidante en sí misma, sino que también potencia mucho más el efecto de los antioxidantes enzimáticos y no enzimáticos. Los datos clínicos presentados por los científicos y confirmados por los experimentos demuestran que el agua ionizada no sólo ayuda a restablecer el equilibrio de álcalis y ácidos en el medio interno del organismo, sino que también controla el metabolismo de los radicales libres y reduce sus efectos nocivos. El consumo de este tipo de agua crea un rejuvenecimiento natural del medio interno del cuerpo. Se cree que éste es uno de los factores que contribuyen a la longevidad de los japoneses.